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Punta Cana; El periodismo no es un juego de niños. El ejercicio de esta profesión debe estar marcado por el rigor y el respeto, porque en nuestras manos está no solo la información, sino también la honra y la dignidad de las personas.
Me preocupa la deriva que han tomado algunos periodistas y comunicadores, quienes parecen más interesados en el espectáculo que en la verdad.
Celebran la humillación de un entrevistado como si se tratara de una victoria personal; se ufanan cuando logran arrancar reacciones airadas o cuando palpan el resultado de planes macabros para enlodar reputaciones. Todo eso al amparo de debates a veces ficticios y guionizados. ¿Es eso periodismo? No lo creo. El periodismo debe ser crítico, sin duda alguna.
Un periodista que no cuestiona es solo un relacionista público de oficio. Pero el cuestionamiento debe ser bien documentado y basado en hechos. No en chismes y campañas orquestadas con intereses ocultos. La responsabilidad social que tenemos nos obliga a exigir respuestas, pero sin convertir nuestra labor en un circo donde prime el bullicio y no la verdad.
La prensa no debe ser recipiente para verter odios y resentimientos, y mucho menos un tribunal paralelo donde se juzga sin pruebas. La prensa existe para informar, vigilar, para fiscalizar el poder y dar voz a quienes no la tienen. Pero cuando las pasiones y el descontrol se apoderan del micrófono o de la pluma, se pierde la esencia del periodismo. No defiendo el periodismo que se arrodilla a intereses particulares, sino el que investiga y confronta con argumentos.
Defiendo un periodismo que, en lugar de destruir por placer, construye una sociedad más informada y consciente. Porque cuando la prensa renuncia a ser responsable para darle cobija al show deliberado y dirigido, la derrota es para la credibilidad de toda la profesión.